¿Cómo el pecado dota al cuerpo con ojos?
El pecado es demencia. Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad. Y al estar loca, la mente ve ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está. El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? ¿Para qué iban a querer la vista, el sonido o el tacto? ¿Qué iban a querer oír o intentar asir? ¿Qué necesidad iban a tener de los sentidos? Usar los sentidos es no saber. Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más. (FIP L-pII.4.1/SCM L-TE.4.1(-L251))
Este es uno de esos párrafos en los que al principio lo observas y dices inicialmente “¿eh?”. Esta escrito en oraciones simples y palabras familiares, y sin embargo no parece tener sentido. El problema, creo yo, es que se refiere al pecado y nada de lo que dice parece corresponder al concepto de pecado, al menos como lo entendemos. El párrafo comienza equiparando el pecado con la demencia (¿eh?). Luego señala que el pecado ve ilusiones en lugar de la verdad (¿eh?). Posteriormente menciona que el pecado dotó al cuerpo con ojos porque los que están libres de pecado no quieren ver nada. ¿eh?
Sin embargo, como siempre es cierto con el Curso, si miramos este párrafo más de cerca, encontraremos una enseñanza que es teóricamente brillante y personalmente transformadora. Miremos juntos este párrafo ahora.
Pensamos que el pecado es maldad, como un deliberado impulso de violar las leyes de Dios y lastimar a otros. Sin embargo, la primera oración de esta sección, utilizando tres palabras, nos brinda una perspectiva totalmente diferente. “El pecado es demencia”. Generalmente, colocamos a la maldad y a la demencia en categorías diferentes. Pensemos con cuanta diferencia son abordadas en un juicio. Al malvado, lo sentenciamos a muerte mientras que tratamos de ayudar a aquel que “no culpable por razones de insania”. Imaginemos cuán diferente sería si dijéramos “Osama bin Laden no es malvado. Simplemente se encuentra mentalmente enfermo”. En nuestras categorías, la demencia es perdonable, mientras la maldad no lo es.
¿Cuáles son las cosas que nos dicen que alguien es demente? ¿No es acaso cuando esa persona dice algo opuesto a aquello que la mayoría piensa como razonable, sensible o normal? Si esa persona dice “Soy una tetera” o “Quizás hoy vuele a la luna”, llegamos a la conclusión que ha perdido completamente contacto con la realidad. Y esa es la esencia de la demencia – alguien que ha perdido contacto con la realidad y vive en un mundo irreal de fantasías, un mundo que existe únicamente en su mente. Esta persona ha permitido, tal como señala el párrafo, “que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad”. En este estado, el demente se aferra a su mundo de fantasía y lo protege contra toda incursión de la realidad. El demente se rodea a sí mismo de cosas que reflejan y parecen verificar su propia demencia.
He visto infinidad de películas en las que la policía finalmente encuentra la guarida del loco. Siempre encuentran un oscuro departamento cuyas paredes están cubiertas por recortes de periódicos. ¿Han notado ustedes esto? Esos recortes son representaciones descarnadas de la demencia del loco, espejos externos de una condición interna. Esta es la forma del demente de rodearse de evidencia que sostenga que su mundo de fantasía es real, que su locura es realmente cuerda. Por lo general, todo el departamento es un entorno surrealista cuidadosamente trabajado para que refleje y refuerce su demencia. Pero esos recortes periodísticos son lo que quedan grabadas en mi mente. Son el símbolo perfecto de aquello que la demencia hace. Se rodea a sí mismo con “evidencia” de su “sanidad”.
Y es esto precisamente lo que este párrafo dice que hacemos. Hemos abrazado la idea del pecado. Hemos abrazado la idea de que podemos funcionar independientemente de Dios, volviéndonos un dios en nuestro propio derecho, hemos abrazado la idea de que podemos atacar a los demás y beneficiarnos por ello. Al hacerlo, no nos volvimos malvados. Simplemente nos volvimos dementes. Ahora nosotros vivimos en un mundo irreal de fantasías y nosotros le tenemos miedo a la incursión de la realidad. Le tenemos miedo y nos resistimos de la misma manera en la que un sicótico se resiste a la verdad cuando es confrontado. Si el tío Alberto piensa que es Napoleón y tú le dices que él simplemente es el tío Alberto, ¿piensas que habrá de agradecerte tales comentarios?
Aquí es donde este párrafo da su próximo paso, un paso que es únicamente lógico, pero que probablemente encontraremos sorprendente. El párrafo aplica esta idea a nuestros sentidos físicos. En nuestra cultura, los sentidos son glorificados. Todos coincidimos en que las bellezas, placeres y maravillas de la naturaleza tal como son revelados por nuestros sentidos, se encuentran entre los preciosos regalos de la vida. Esta perspectiva tan familiar hace que la siguiente oración sea aún más impactante:” El pecado dotó al cuerpo con ojos”. Aquí, de hecho, se dice que el pecado es la fuente de todos nuestros sentidos. Se nos dice que los que están libres de pecado no tienen necesidad de “la vista, el sonido o el tacto”. Al realizar esta afirmación, el Curso definitivamente no está tratando de ganar ningún concurso de popularidad. Fritz Perls, el fundador de la psicología Gestalt, solía decir: “Abandonar la mente y recobrar los sentidos”. Por otra parte, el Curso dice que ya lo hemos hecho. Ese es el estado en que nos encontramos ahora, y ese es el problema.
Esta extraña noción de que “El pecado dotó al cuerpo con ojos ” es de hecho inevitable si aceptas tres cosas:
- que el pecado es demencia
- que la demencia quiere reforzarse a sí misma contemplando ilusiones
- que los ojos del cuerpo solo contemplan ilusiones
Vayamos un poco más despacio. El Curso señala, tal como hemos visto, que el pecado es demencia. La demencia, por definición, es perder el contacto con la realidad. La demencia solo quiere estar en contacto con ilusiones, ya que son las ilusiones quienes la refuerzan. Los dementes se encuentran siempre buscando inconscientemente la evidencia que habrá de validar su demencia.
Y esto es exactamente lo que los sentidos nos brindan. Una de las enseñanzas más fundamentales del Curso es que el mundo físico es una ilusión, y el mundo físico, por supuesto, es el único mundo que los sentidos pueden sentir. ¿Pueden tus ojos ver el espíritu? ¿Pueden tus oídos escuchar la Voz de Dios? Puesto que no pueden, los sentidos proveen evidencia constante de que el mundo es real y de que el Cielo es irreal.
En el proceso, los sentidos también proveen evidencia específica de la realidad del pecado. El pecado es, en resumidas cuentas, la creencia en la separación y el ataque. Y nuestros sentidos nos muestran un ámbito en el cual todo se encuentra separado y todo ataca. Nuestros sentidos nos muestran un mundo de criaturas separadas, compitiendo una con las otras, devorando una a las otras, y siendo a su vez devoradas – un mundo lleno de pecado. De esta manera, nuestros sentidos nos “demuestran” que, en lugar de ser demencia, el pecado es el corazón de la realidad.
El párrafo cierra con esta oración: “Usar los sentidos es no saber. Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más”. No queremos saber, ya que el conocimiento en términos del Curso es la experiencia directa de la realidad, conocimiento directo sin ningún intermediario. Es mucho más que un conocimiento “cara a cara” o incluso “mente a mente”. Es una Mente conociéndose a Si Misma, conociendo Su propia realidad. Y esta clase de conocimiento directo es precisamente lo que la demencia busca evitar. La demencia no quiere la realidad. La demencia quiere permanecer en su burbuja irreal. Y así, bajo su peso, nos refugiamos en el mundo indirecto de la percepción, el mundo de los sentidos. Nuestros sentidos se transforman en nuestros intermediarios, nuestros mediadores. No tenemos contacto directo con las cosas que nos cuentan. Lo único que sabemos son las cosas que nuestros sentidos nos cuentan. En esta frustrante condición, nunca podemos estar seguros de que es lo que se encuentra ahí afuera, precisamente porque lo único que tenemos es la palabra de nuestro intermediario. Una de las definiciones de “sentido” que podemos encontrar en el diccionario es “una percepción o impresión más o menos vaga”. Esto es lo único que los sentidos pueden traernos, ya que son ellos quienes hacen que el conocimiento directo sea imposible.
Por lo tanto, nuestros sentidos, tan glorificados por nuestra cultura, nos alejan de la realidad de dos maneras. La primera, nos muestra un ámbito de ilusiones y la hacen real. La segunda, ubican intermediarios entre nosotros y aquello que queremos saber, de forma tal que la verdad de aquello que se encuentra allí afuera quede siempre fuera de nuestro alcance. En resumen, nuestros sentidos nos muestran ilusiones y nos alejan de la verdad. Y hacen todo esto para reforzar y proteger el corazón de nuestra demencia: el pecado.
Este párrafo, si bien al principio pareció jerigonza, contiene en realidad una profunda enseñanza. La única razón por la cual esta enseñanza parecía sin sentido es porque establece vínculos o relaciones entre conceptos que generalmente vemos como separados. Normalmente no relacionamos el pecado con la demencia. Y definitivamente no relacionamos la demencia con nuestros sentidos físicos. Sin embargo, estas conexiones una vez hechas, tienen una credibilidad extrañamente convincente. Nos ofrecen nuevas visiones y nos brindan una nueva perspectiva sobre la realidad. Y esto es lo que esta brillante enseñanza hace – relaciona conceptos que nunca antes habíamos relacionado y hace que esa relación parezca razonable, plausible, incluso liberadora.
La teoría presentada en este párrafo es fascinante, pero ¿tenemos la voluntad de aplicarla a nivel personal? En ese punto, lo teóricamente fascinante se convierte en seriamente desafiante, ya que señala que yo soy el demente. Y que este mundo es mi mentira. Y que los árboles y las nubes y las personas son mis recortes de periódicos, junto con las guerras, crímenes, enfermedades y desastres. Estas son las cosas que yo he pegado en las paredes de mi experiencia, ya que ellas son el espejo de la demencia interior. Ellas me muestran un “realidad” que está empapada de pecado, una realidad que constantemente valida mi propia creencia en el pecado – la mismísima esencia de mi demencia.
La única razón por la cual me di a mi mismo sentidos físicos fue para que yo pudiera contemplar estos recortes periodísticos y sentir el confort de su validez, fue para que yo pudiera sentirme cuerdo en medio de la locura. Para mantener este propósito, estos sentidos no me muestran los eventos reales que los recortes muestran. Están completamente ciegos a estos eventos. Todo lo que mis sentidos pueden ver son los relatos de esos periódicos sobre los sucesos, historias que ellos mismos escriben. De esta forma, me encierran en un círculo, en el cual la demencia interior produce el ámbito visible exterior, el cual valida la demencia interior y así sucesivamente.
¿Puedo admitir que eso es lo que está sucediendo ahora? ¿Puedo admitir que cuando miro a mi alrededor todo lo que veo son mis recortes de los periódicos, diseñados para reforzar mi demencia, la demencia del pecado? Existen, excepciones por supuesto, recortes de periódicos que pegamos a favor de nuestra experiencia que nos aleja de la demencia (el Curso sería un ejemplo). Pero seamos realistas, el mundo hace un buen trabajo al enseñarnos que la ley del más fuerte es virtualmente el pilar de la realidad, que al menos que compitamos contra otros individuos no habremos de obtener nuestra parte de los limitados recursos, transformándonos en un recurso que debe ser consumido por un individuo más exitoso. Seamos honestos y admitamos que, en alguna medida, todos hemos aprendido esto. Los recortes en la pared han cumplido su función. Negar que lo han hecho, no es sino mera negación.
Y aquí es donde arriba el confort de esta enseñanza. Nos dice que no tenemos que aceptar el testimonio de los recortes que inundan nuestra visión. Los recortes no son la realidad, son meros recortes. Nosotros empapelamos nuestras paredes con esos recortes para que nos muestren una realidad falsa. Nosotros los colocamos allí para que nos brinden un falso testimonio. Ahora que hemos reconocido este hecho, podemos negarnos a aceptar su testimonio. Si nos dicen que la realidad es separación y ataque, que la ley fundamental del universo es “aliméntate o eres alimento”, podemos calmadamente negarnos a creer esto. Podemos aprender una ley superior. Y en la misma medida en la que hayamos internalizado la creencia en la separación y en el ataque, podemos perdonarnos. No somos pecadores. Somos dementes, tenemos una enfermedad mental. No merecemos la pena de muerte. Merecemos ayuda.
Traducción del artículo “How Did Sin Give the Body Eyes”, originalmente publicado en la revista A Better Way #53, octubre 2005.
[Nota: Todos los pasajes de Un Curso de Milagros citados en este artículo hacen referencia a las ediciones en español publicadas por la Fundación para la Paz Interior (FIP) y la Sociedad Un Curso sobre Milagros (SCM). Las citas textuales están tomadas de la edición FIP; la cita en la edición SCM puede ser distinta.]